Suicidio infantil: un llamado a la responsabilidad colectiva

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Por: Cándido Pérez, Investigador de Early Institute
Publicación original de: Mexiquense Televisión

El suicidio infantil es una tragedia que desgarra el corazón de familias y comunidades. En México, según el INEGI, es la segunda causa de muerte en niños y adolescentes de 10 a 19 años, con una tendencia preocupante al alza. Se estima que alrededor del 5% de los menores en este rango de edad ha intentado suicidarse al menos una vez en su vida.

El aislamiento, la violencia sexual y el acoso en redes sociales son algunos de los factores determinantes que los expertos han identificado como detonantes de esta problemática.

En México, los servicios de salud mental especializados son insuficientes, y la prevención en las escuelas es deficiente. Aunque algunas instituciones educativas han comenzado a implementar programas de atención psicológica, la gran mayoría carece de protocolos claros y de articulación con otros actores clave. En comunidades rurales, donde el acceso a estos servicios es prácticamente inexistente, los niños, niñas y adolescentes quedan aún más vulnerables.

A esto se suma la falta de educación emocional desde edades tempranas. Muchos niños no cuentan con herramientas para identificar y gestionar sus emociones, lo que los deja expuestos a situaciones que no saben cómo afrontar. Los especialistas recomiendan integrar programas de inteligencia emocional en las escuelas, acompañados de talleres para madres, padres y cuidadores que fomenten un entorno familiar más sano y abierto al diálogo.

También es esencial invertir en la formación de profesionales en salud mental infantil, creando incentivos para que más especialistas se dediquen a esta área, pues su intervención puede marcar la diferencia en la prevención.

Las cifras y testimonios nos recuerdan que el suicidio infantil no es un problema privado; es el reflejo de un entorno social y emocional que no hemos logrado sanar. Desde la visión de los expertos, abrir una conversación responsable sobre este tema es esencial. Sin embargo, esta debe ir acompañada de acciones concretas: capacitación a docentes, ampliación de redes de apoyo y aseguramiento de que las políticas públicas realmente lleguen a quienes las necesitan.

Es momento de reconocer que el silencio y la inacción tienen un costo devastador. Cada niño o joven que pierde la vida nos recuerda la urgencia de construir comunidades más empáticas. No podemos seguir postergando la tarea de fortalecer la salud mental infantil.

Al final, la pregunta no es solo qué está haciendo el gobierno, sino qué estamos haciendo todos como sociedad.

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