Por: Renata Díaz Barreiro, Investigadora de Early Institute
Publicación original de: El Sol de México
La probabilidad en México de nacer en pobreza para las niñas, niños y adolescentes es la misma que lanzar una moneda al aire. Mientras que algunas niñas, niños y adolescentes nacen en hogares con estabilidad financiera, alimentación nutritiva y de calidad, acceso a educación, viviendas dignas y acceso a la salud o seguridad social, otros heredan una cadena de carencias que comienza desde que nacen y condiciona su vida a largo plazo.
La mitad de las niñas, niños y adolescentes en pobreza. Seguín el informe más reciente de Coneval y Unicef, Pobreza infantil y adolescente en México 2022, el 45.8% de las niñas, niños y adolescentes en el país vive en situación de pobreza lo que implica que carecen de los recursos necesarios para un desarrollo pleno. Además, el 9.9% vive en pobreza extrema, lo que equivale a enfrentar privaciones tan severas que ni siquiera cuentan con una alimentación básica.
Además, en México, esto esta situación se profundiza si la niña o niño vive en una comunidad rural, se identifica con algún pueblo originario o vive un hogar encabezado por una madre joven, estos factores reducen drásticamente las posibilidades de salir de la pobreza.
A pesar de que es un periodo crítico para el desarrollo físico, cognitivo y emocional, la primera infancia sigue siendo el grupo poblacional más afectado por la pobreza. De acuerdo con la serie de desarrollo infantil temprano de The Lancet, las niñas y niños que crecen en pobreza tienen mayores probabilidades de enfrentar problemas de salud, rezago educativo y, en la edad adulta tendran dificultad para ingresar al mercado laboral, llegando a reducir hasta un 25% de su ingreso potencial a largo plazo.
El hecho de que niñas, niños y adolescentes se encuentren en pobreza, desmiente una de las narrativas más dañinas que perpetúan la desigualdad: la creencia en la meritocracia. Esto perpetúa la idea de que quienes logran el éxito lo hacen únicamente por su esfuerzo, ignorando las barreras estructurales que enfrentan quienes nacen en la pobreza.
La polarización social no es solo una consecuencia de la desigualdad, sino también una herramienta que la refuerza. Mientras la atención pública se centra en divisiones políticas y sociales, se deja de lado lo esencial: garantizar oportunidades equitativas para todas las niñas y niños del país. México no puede avanzar mientras casi la mitad de su infancia siga atrapada en condiciones de pobreza.
Se necesitan políticas públicas integrales y un presupuesto suficiente. Constitucionalmente, el gobierno tiene el deber de garantizar los derechos humanos sin embargo, a pesar de que se ha intentado combatir la pobreza a través de diversas políticas y programas, los resultados son insuficientes.
Según el informe, las transferencias monetarias han ayudado a reducir la pobreza por ingresos, pero la vulneración de los derechos sociales, como el acceso a servicios de salud y seguridad social, siguen siendo alarmantemente altas. Esto pone de manifiesto que los programas actuales no atacan las raíces del problema, sino que apenas logran mitigar sus síntomas.
Necesitamos una estrategia integral: Garantizar la educación inicial, preescolar y básica de tiempo completo con servicios de nutrición, atención médica y educación de calidad podría marcar una diferencia significativa avanzando hacia un Sistema Nacional de Cuidados. Estos espacios no solo mejorarían las condiciones de vida de la niñez, sino que también aliviarían la carga de las familias, especialmente de las mujeres, quienes suelen ser las principales cuidadoras. Además, garantizarían que todos las niñas y niños, independientemente de su origen, tengan acceso a un punto de partida justo.
A pesar del que el reciente Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación (PPEF) 2025 incrementó en un 4.3 % los recursos para este sector, beneficiando principalmente a menores afiliados al IMSS y al ISSSTE, se deja fuera al 40 % de los niños y las niñas que carecen de seguridad social de acuerdo con el Coneval. Además, es importante señalar que el presupuesto carece de estrategias para reducir el rezago educativo, invertir en primera infancia o establecer un Sistema Nacional de Cuidados.
Un México para todas las personas, sin dejar a nadie atrás. Desde Early Institute, hacemos un llamado a los tomadores de decisiones para que prioricen la inversión en la primera infancia como una estrategia fundamental de política pública. La falta de acción en este ámbito no solo perpetúa la pobreza y las desigualdades sociales, sino que también compromete el futuro del país.
El presupuesto destinado a la primera infancia debe enfocarse en asegurar un acceso universal y de calidad, sin discriminar a niñas y niños cuyos cuidadores están fuera del ámbito formal. Los programas sociales deben tener estrategias integrales que no solo apuesten a transferencias monetarias sino también a la educación, salud, nutrición, seguridad social, y una vivienda digna. Apostar por un Sistema Nacional de Cuidados como un eje estratégico de la política pública es esencial para garantizar un desarrollo equitativo desde la primera infancia.
Finalmente, es crucial que, como sociedad, dejemos atrás la polarización social y nos movilicemos colectivamente para reducir las desigualdades. Aspirar a un México donde todas las personas tengan la oportunidad de prosperar requiere comenzar por las niñas, niños y adolescentes. Este es el primer y más importante paso hacia un país donde nadie se quede atrás.