Por Cristian Acosta García, Coordinador de Asuntos Públicos de Early Institute
A más de un mes de la Jornada Nacional de Sana Distancia hemos aprendido a tener nuevos esquemas e interacciones familiares, académicas y laborales que nos han obligado a trasladar todas aquellas actividades que antes realizábamos en la escuela, la oficina, en la empresa, en los restaurantes, parques y lugares públicos de nuestro país a nuestra sala, recamara, estudio o comedor.
Mientras nos acostumbramos a esta dinámica y nos preparamos para la “nueva normalidad”, así como a la incertidumbre sanitaria y económica, se muestra ante nosotros un tema que siempre ha estado presente pero que revela una cara poco explorada: la violencia en contra de niñas, niños y adolescentes que ya no sólo se comete en el transporte público o en la escuela, sino en aquél lugar en el que, se supone, deberían estar más seguros, nuestras casas.
La emergencia sanitaria tristemente nos ha mostrado que la niñez mexicana vive una violencia permanente y sistematizada: a inicios de la contingencia en Chihuahua, una niña de 6 años fue violada y asesinada por quien tenía un deber de cuidado con ella, su abuelo; hoy no sabemos quién es “el niño del suéter rojo del Rayo McQueen”, que tiene entre 8 y 10 años de edad y cuyo cuerpo fue encontrado el 3 de mayo en el municipio de Calimaya, Estado de México; también en ese estado, pero en Atizapán, una niña de 4 años fue asesinada a palazos el 4 de mayo por el novio de su mamá; y en Ecatepec, Nico, un niño de 13 años que vendía globos fue asesinado para robarle unos tenis mientras iba de su casa a la de su abuela a solo dos cuadras de distancia.
El panorama resulta desolador y lo será mucho más si como sociedad no hacemos aquello que Stéphane Hessel nos exigió desde hace años: indignarnos, actuar y exigir en consecuencia. Desde hace ya 5 años contamos con autoridades especializadas en la protección de niñas, niños y adolescentes que hoy tienen un papel protagónico durante la contingencia, por un lado, el Sistema Integral de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes o mejor conocido como SIPINNA, que tiene por función coordinar las actividades de autoridades de seguridad, salud y educativas, entre otras, para generar estrategias que disminuyan las violaciones a los derechos de la niñez mexicana.
De igual forma cobran relevancia y debe ser visibilizada la labor de las Procuradurías de Protección de Niñas, Niñas y Adolescentes, pues si el día de hoy, usted lector, tuviera noticias de que la niña, niño o adolescente que comúnmente lo saluda al salir a su puerta de su casa, está siendo golpeado o abusado sexualmente por quien tiene el deber de cuidarlo, tiene usted la responsabilidad colectiva de dar aviso inmediato a estas Procuradurías para que intervengan y salven a esa niña o niño antes de que sea una nota más en este periódico.
Como una labor proactiva, desde Early Institute, hemos impulsado el proyecto Alumbra, una comunidad de conocimiento e información en la que organizaciones de la sociedad civil, autoridades y público en general convergen para prevenir y atender la violencia sexual en contra de niñas, niños y adolescentes y que ya cuenta con un directorio de las principales autoridades a las cuales puede solicitar ayuda; además, como una medida de apoyo, prevención y contención de la violencia familiar, muy pronto se pondrá en marcha una línea de apoyo psicológica para ayudarnos desarrollar nuestra resiliencia frente a nuestra nueva normalidad.