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La más reciente edición de Estados #ConLupaDeGénero del Instituto Mexicano para la Competitividad señala que ninguna entidad federativa ofrece condiciones laborales óptimas para que las mujeres entren y permanezcan en el mercado laboral

Por: Valeria González Ruiz, Ejecutiva de Vinculación e Incidencia Políticas Públicas de Early Institute
Publicación original de: El Heraldo de México

La más reciente edición de Estados #ConLupaDeGénero del Instituto Mexicano para la Competitividad señala que ninguna entidad federativa ofrece condiciones laborales óptimas para que las mujeres entren y permanezcan en el mercado laboral. A través de 15 indicadores, analizó las condiciones que enfrentan las mujeres y concluyó qué los Estados con mejor desempeño en el ranking tienden a tener más mujeres preparadas y una menor desigualdad en la repartición de tareas del hogar y de cuidados. Por ejemplo, Ciudad de México, Baja California Sur, Nuevo León, Jalisco y Yucatán tienen un nivel de desempeño alto, principalmente porque en promedio tienen una menor proporción de mujeres ocupadas en empleos informales (47%), y en pobreza laboral (29%), lo que implica que hay menos mujeres con un ingreso laboral inferior al costo de la canasta alimentaria. Sin embargo, Guanajuato ocupa el último lugar del ranking, principalmente por tener la mayor proporción de mujeres que trabajan jornadas largas -es decir, más de 48 horas semanales-. Además, observa una mayor desigualdad en términos del trabajo no remunerado, pues las mujeres de la entidad dedican 79% más tiempo que los hombres a estas actividades, lo que acapara o limita el tiempo que pueden ofrecer en el mercado laboral.

Como se puede observar, las labores de cuidado y tareas del hogar son determinantes en nuestra sociedad, no solo por su valor sino también por los efectos que pueden generar en las personas que las realizan. En esta ocasión me gustaría detenerme ahí e invitarles a reflexionar sobre lo siguiente:

  • Las labores de cuidado y tareas del hogar son la columna vertebral de la sociedad. Se trata de una necesidad colectiva prioritaria pues brinda a quien está en situación de dependencia desarrollo integral, autonomía y bienestar. Todas y todos hemos estado en esa situación en algún momento de nuestras vidas, sin estas labores nuestra sociedad no se sostendría.
  • Predominantemente las mujeres son las responsables exclusivas de estas labores. De acuerdo con la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC) 2022 del INEGI la composición por sexo de las personas cuidadoras en el país es mayoritariamente femenina, por poner un ejemplo, el 96.0% de personas responsables del cuidado de la población infantil son mujeres.
  • Estas labores representan un trabajo. De acuerdo con la misma encuesta, las mujeres dedican a las labores de cuidados 38 horas a la semana, 12 horas más que los hombres. Pero no solo es el tiempo, sino también el tipo de actividades que las mujeres desempeñan al ejercer cuidados: ellas arrojaron porcentajes más altos en actividades como “dar de comer o ayudar a hacerlo” con 63.8% y “ayudar o apoyar en bañar, asear, peinar o ir al baño” con 58.7%. A diferencia de los hombres cuidadores que participaron en mayor medida en “jugar, realizar actividades de esparcimiento, hacer compañía y estar al pendiente”.

Estas labores no reciben remuneración, reconocimiento como un trabajo formal ni acceso a la seguridad social. Socialmente se romantizan como actividades que se hacen por amor (especialmente cuando vienen de las madres y abuelas) y se pagan a lo mucho con agradecimientos y electrodomésticos en días festivos. Bajo esa lógica, “las buenas madres” son las que entregaron su vida al cuidado de los suyos o las que se partieron en mil para cuidar y mantener un trabajo remunerado.

Se entienden como funciones implícitas en la maternidad y, consecuentemente, carecen de acceso a la seguridad social pues en México para ser sujeto asegurado dentro de una institución de seguridad social se requiere contar con un empleo formal. Desafortunadamente, esto también implica que las mujeres cuidadoras no remuneradas no tienen pensión y que sus hijas e hijos tampoco cuentan con la protección de la seguridad social, especialmente los derechos de salud, cuidado y educación; un ejemplo de esta situación es que, ante un contexto de empleo informal sin seguridad social, si la mujer muere su hijo no podría acceder a una pensión por orfandad.

  • Se trata de un modelo profundamente injusto cuyas barreras son prácticamente imposibles de superar para las mujeres. De acuerdo con la ENASIC 2022, el 68.4 % de las mujeres no económicamente activas reconoció que deseaban trabajar por un ingreso, pero no lo hacían por “no tener quien le cuide a sus hijas(os)”; es decir, se trata de un trabajo que es muy difícil de realizar sin apoyo a la par de otro fuera del hogar. Esta situación genera que no exista un salario o ingreso constante de dinero, e inevitablemente una dependencia económica de alguien más -generalmente un hombre-, lo que mantiene las condiciones de desigualdad de género a las que nos enfrentamos actualmente.

Así pues, se recrea un círculo vicioso que genera explotación y dependencia económica por un lado y, por el otro, dificultad enorme de acceder al empleo formal y permanecer en condiciones de igualdad como se mencionó en un principio.

  • Reconocer la injusticia en este modelo será el primer paso para que las condiciones cambien, basta de santificar a las mujeres que trabajan sin paga, no esperemos que asuman el costo de cargarlo todo. Mientras las labores de cuidado se releguen como una condición de carácter privado, las mujeres seguirán estando en desigualdad frente a los hombres y en situación de vulnerabilidad.
  • Reequilibremos. El trabajo de reproducción, crianza de las hijas e hijos, cuidado de las personas con discapacidad y personas mayores es una “responsabilidad social”. En ese sentido, debe existir una responsabilidad compartida entre la sociedad, el Estado y las organizaciones de la sociedad civil para garantizar su acceso libre y universal.
  • Reivindiquemos el trabajo que no se ve, ese que sostiene a la sociedad, exijamos su protección e impulsemos a toda costa la corresponsabilidad de los hombres. Las labores de cuidado son un bien social, pero también un trabajo digno de ser remunerado y garantizado por la seguridad social.

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