Por: Cándido Pérez, Investigador de Early Institute
Publicación original de: Mexiquense Televisión
La reciente propuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum sobre la creación del programa “40 semanas y 1,000 días,” dirigido al cuidado de mujeres embarazadas y los primeros mil días de vida de la infancia, pone en la mesa un tema de gran importancia para nuestra sociedad.
Si bien esta política de los 1,000 días no es nueva, el enfoque en el cuidado desde el embarazo hasta los dos años de vida representa una oportunidad real de invertir en el bienestar de las personas.
Durante este período, el desarrollo cerebral del niño ocurre a una velocidad sin precedentes, y se establecen las bases para su salud y bienestar a lo largo de la vida.
La nutrición, las relaciones humanas y los entornos durante los primeros 1,000 días de vida juegan un papel crucial en el futuro de cada niña o niño. Por ejemplo, una buena nutrición en este tiempo es fundamental para el desarrollo adecuado del cerebro y la formación de habilidades cognitivas que impactarán su desempeño escolar y sus oportunidades laborales. Por el contrario, una alimentación deficiente puede causar daños irreversibles en el cerebro en crecimiento, limitando sus capacidades y perpetuando ciclos de pobreza.
Invertir en estos primeros 1,000 días no es solo una cuestión de justicia social; es también una estrategia inteligente para el desarrollo económico. Estudios demuestran que los países que no priorizan el bienestar de mujeres y niños en este período pierden miles de millones de pesos en productividad económica y enfrentan gastos mayores en salud, seguridad y educación.
El programa propuesto, sin lugar a dudas, debe ser prioritario en la agenda de gobierno. Más allá de trenes y refinerías, esta iniciativa sienta las bases para que la primera infancia sea el verdadero pilar del desarrollo para el México que nos gustaría ver, aunque hasta ahora no hayamos logrado construirlo.