Por: Cándido Pérez, Investigador de Early Institute
Publicación original de: Mexiquense Televisión
La conmemoración del Día Internacional de la Mujer, como cada año, nos permitió presenciar una vez más los reclamos expresados en miles de pancartas, mantas y cartulinas, así como escuchar las voces que se alzan en busca de justicia e igualdad.
Lamentablemente, muchos de esos mensajes que resonaron con fuerza se repiten año tras año: madres en busca de hijas e hijos desaparecidos, jóvenes que han sido revictimizadas por nuestro sistema de justicia, adolescentes que simplemente desean sentirse libres y seguras en cualquier espacio público y dentro de su hogar.
El 8 de marzo no es un día de debates, críticas, aplausos ni felicitaciones. Para ellas, dicho por ellas mismas, es un día de hermandad.
Para el resto de nosotros, es un día para escuchar y reconocer que millones de mujeres en nuestro país sufren y están en riesgo de sufrir violencia desde una edad temprana, simplemente por el hecho de ser mujeres.
Son ellas quienes enfrentan una mayor discriminación en los espacios laborales, quienes continúan luchando contra las brechas de género, quienes soportan las mayores cargas de trabajo no remunerado ni reconocido y, en muchos casos, son el único sustento en uno de cada tres hogares en nuestro país.
Hoy contamos con importantes leyes como la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y la Ley General de Igualdad entre Mujeres y Hombres, que sin duda contribuyen a la protección de todas y todos, así como a la igualdad de derechos y obligaciones establecidos en nuestra Constitución desde hace cinco décadas.
Sin embargo, el Día Internacional de la Mujer no es solo un recordatorio de lo mucho que nos falta por hacer, sino también una oportunidad para conmemorar las luchas que inspiran a mujeres y hombres hacia una sociedad más justa. Donde las pancartas sean de nuevos desafíos por abordar, no de indignantes situaciones que se repiten año tras año