Por: R. Vincent Morfín Calvo, Ejecutivo de Asuntos Públicas de Early Institute
Publicación original de: ContraRéplica
En todo el año no hemos dejado de escuchar sobre los terribles casos de bullying y violencia entre niñas, niños y adolescentes, en México. Todos ellos se han vuelto de gran interés por la brutalidad de las agresiones que cometen los menores de edad en contra de sus pares. El común denominador es un uso desmedido de violencia física o psicológica con desafortunados desenlaces, ya que suelen ser tragedias que dañan a todos los involucrados.
El caso más reciente es el de un joven estudiante de la Universidad Anáhuac en el estado de Puebla, quien golpeó en repetidas ocasiones a otro joven que trabajaba como guardia en el complejo residencial donde vive. La reacción violenta del estudiante fue porque se le pedía identificarse para ingresar al edificio.
También, hace apenas unos días se dio a conocer la agresión que sufrió otro joven estudiante, a quien sus compañeros de clase prendieron fuego dentro del recinto educativo. El afectado resultó con quemaduras de segundo y tercer grado en sus piernas y genitales, y aunque ya fue dado de alta, la situación fue grave.
Hace unos meses, varios jóvenes, también en el estado de Puebla, golpearon a otro afuera de una zona de bares, provocándole una fractura en la base ocular. El agredido estuvo en riesgo de perder un ojo.
Otro caso más ocurrió hace unos meses en el estado de Jalisco, donde tres adolescentes citaron a una compañera de escuela en un parque con el único fin de agredirla hasta, prácticamente, dejarla inconsciente.
Desafortunadamente, podríamos continuar citando casos de este tipo, que además corresponden únicamente a las historias que se viralizan gracias a las redes sociales, sin considerar la cifra negra que ocurre día con día en gran parte de las escuelas públicas y privadas.
De acuerdo con datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (ocde), más de 18 millones de estudiantes mexicanos de nivel primaria y secundaria son víctimas de bullying. Estos datos colocan a México en primer lugar en dicha práctica, a nivel internacional, generando que la violencia se vea como una circunstancia “normal” en la vida de niñas, niños y adolescentes desde temprana edad.
Además de eso, otro problema es la carencia de mecanismos de prevención. Sin duda, no es suficiente emitir suspensiones temporales en escuelas o, incluso, expulsiones definitivas para evitar la comisión de estas conductas, pues estas medidas son únicamente de carácter reactivo, es decir, que se llevan a cabo una vez que se ha realizado el hecho, sin resolver nada de fondo.
Las acciones realmente necesarias para romper de tajo el ciclo de violencia que se vive entre la niñez y adolescencia mexicanas, son las de carácter preventivo y de sensibilización, sin embargo, hay que reconocer que como sociedad, familia, academia y gobierno, hemos fallado.
Ante la creciente ola de violencia en estos grupos sociales, urge que se implementen medidas tendientes a favorecer la sensibilización no sólo en ellos, sino también en autoridades gubernamentales y educativas y padres de familia. Estas medidas deben abordar la importancia de contar con una vida libre de violencia, así como mecanismos para prevenirla de manera integral. Sobre todo, hay que enfatizar en el papel de la familia —institución base de la sociedad mexicana— como transmisora de principios y valores, asegurando que se fortalezca el mensaje de que la violencia nunca es la solución ante ningún conflicto.
Para evitar que la problemática siga evolucionando, Early Institute, a través de su iniciativa ALUMBRA, genera conocimiento basado en evidencia para promover la sensibilización entre los actores políticos y se puedan crear políticas públicas de prevención de toda forma de violencia que afecte a niñas, niños y adolescentes. Hoy más que nunca es necesario contribuir y atender, desde la prevención, escenarios tan indeseables como los descritos, ya que la responsabilidad es de todos y la protección de los más vulnerables debe ser una prioridad.