Por: Valeria González, Vinculación e Incidencia en Políticas Públicas de Early Institute
Publicación original en El Heraldo
“Desde que me embarace comencé a ser discriminada; en mi incapacidad se me solicitó trabajo, incluso el mismo día del nacimiento de mi bebé tuve que atender requerimientos desde la camilla de la clínica. Después del parto existieron oportunidades de crecimiento laboral, sin embargo, nunca se me dio la oportunidad aunque lo solicité y contaba con el perfil y la experiencia, a diferencia de quienes fueron promovidos. Cuando pregunté la razón, me contestaron que por mi hijo. Antes de despedirme me cambiaron a un puesto de menor nivel.”
Diversos estudios han identificado que la maternidad es vista como una “desventaja” en el trabajo, las y los empleadores comunmente comparten el prejuicio de que las madres son más inestables y menos comprometidas y competentes en el empleo; esto se relaciona con su poca adecuación a los estándares del “trabajador ideal”, aquél que es totalmente devoto a su trabajo y no tiene otras responsabilidades. Por el otro lado y fuera de toda lógica, los hombres casados y padres de familia, son mayormente asociados con la establidad, compromiso y competencia.
Por tal situación, han nacido conceptos como maternal wall para referirse a la barrera que representa la maternidad para obtener, permanecer y ascender en el ámbito laboral. Sin embargo, los prejuicios alrededor de la maternidad y el embarazo en el trabajo se manifiestan también como una forma de discriminación y violencia cuyo alcance afecta múltiples derechos de la mujer embarazada, de su bebé y su familia, no solamente sus derechos laborales.
En ese sentido, esta problemática es sumamente grave pues -además de su impacto- es más común de lo que se piensa: el 17.3% de las mujeres que tuvieron un empleo en los 5 años previos sufrieron alguna forma de discriminación laboral relacionada al embarazo de acuerdo con la Encuesta Nacional Sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) 2016 -prácticamente 2 de cada 10 mujeres-; y el 31% del total de las presuntas quejas de discriminación promovidas ante el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED) se refieren a casos motivados por un embarazo.
El número de mujeres que integra la fuerza de trabajo mundial nunca ha sido tan elevado como ahora, sin embargo, para ser valoradas como profesionales tenemos que cumplir con los rígidos estándares del trabajdor ideal: adoptar roles masculinos, hacer malabares para que nuestra maternidad “no se note”, ocultar nuestra vida familiar para que no afecte nuestra carrera laboral, pasar a segundo o tercer plano a nuestras hijas e hijos para conservar el empleo.
Esta presión absurda es insostenible y es nociva para nuestra sociedad, hoy más que nunca es necesario que los espacios laborales se reinventen, innoven y adapten para lograr efectividad sin sacrificar la vida familiar, personal y laboral de sus trabajadoras y trabajadores.
En días recientes Early Institute publicó el informe Discriminación Laboral por Embarazo, un estudio que reúne información sumamente interesante sobre las mujeres que se encuentran en mayor situación de vulnerabilidad; los prejuicios y estereotipos que existen alrededor de la maternidad y el embarazo; las conductas que conforman este tipo de violencia; y casos reales que evidencian su impacto.
En este documento de investigación se proponen una serie de recomendaciones dirigidas, entre otros, a empleadoras y empleadores para que impulsen acciones y estrategias que mejoren el clima organizacional para las mujeres embarazadas y faciliten la maternidad en el trabajo. Algunas de ellas pueden ser fomentar la conciliación entre la vida laboral y familiar de las y los empleados; proporcionar horarios laborales flexibles; e incentivar la contratación y ascenso de madres y mujeres embarazadas.