Por: Annayancy Varas, Directora General de Early Institute
Publicación original en: El Financiero
Desde el inicio de la pandemia por Covid-19, la información va y viene. De repente nos vimos inundados por una avalancha de malas noticias y miles de datos, entre los que destacan las medidas para evitar el contagio, los daños generados y la aparición de una vacuna que aparentemente salvaría la situación. Lo cierto es que hoy pese al suministro de los biológicos, el panorama sigue siendo incierto.
Precisamente en este tema se han dado múltiples escenarios que vale la pena reflexionar ante la polarización de la sociedad y la incertidumbre que ha surgido en los últimos meses.
El manejo de esta pandemia es algo inédito, ya que en una cuarentena, se aísla a los enfermos y no a las personas sanas. Cuando alguien tiene varicela o sarampión, lo pones en cuarentena, ¿por qué seguir confinando a los sanos? Hasta el día de hoy pareciera que todos los esfuerzos para hacer frente a la contingencia sanitaria se han centrado en la vacuna y, desafortunadamente, se ha comprobado que la inmunidad sigue muy lejana. La propagación del virus sigue presente tanto en personas vacunadas como en quienes no lo están. En este sentido, se está viendo que la gran solución no está en ellas sino en las medidas de detección temprana, protocolos de atención médica a quienes enferman y el seguimiento a los cuidados preventivos: uso de cubrebocas, lavado de manos frecuente, higiene, distanciamiento social de los enfermos, evitar aglomeraciones y ventilación de espacios, principalmente.
El asunto ahora es la obligatoriedad de las vacunas cuando deberíamos centrarnos en la detección de la enfermedad a tiempo y en la atención de la misma porque, dicho sea de paso, nos vamos a seguir enfermando. Lamentablemente con el virus que nos aqueja, los esfuerzos por contar con una detección temprana son incipientes, cuando debería ser primordial disponer de pruebas confiables para identificar la aparición de la enfermedad y proceder al aislamiento.
Obligar a las personas a vacunarse y reflejarlo en pases sanitarios ha sido causa de enojo en diferentes partes del mundo, como Francia e Italia, sobre todo porque de no contarse con dicha muestra no se tiene acceso a lugares públicos como museos, restaurantes, gimnasios, parques, transporte, entre otros, incluso, abarcaría centros de trabajo y escuelas.
La aparición de estos pasaportes sanitarios se está convirtiendo en una tendencia global, lo que podría vulnerar distintos derechos humanos como son: no discriminación, libre desarrollo de la personalidad, libertad de conciencia, interés superior de la niñez, libertad de tránsito, derecho de reunión, derecho a la educación, derecho al trabajo, derecho al acceso a la cultura y derecho al esparcimiento.
En definitiva, la vacunación obligatoria no es el antídoto cuando sí tendría mayor valor el fortalecimiento de protocolos de atención y de prevención para evitar contagios, el impulso a la ciencia para obtener una medicina que garantice la inmunidad y, primordialmente, proveer los recursos para una correcta y temprana detección de la enfermedad.
Todavía más importante es hablar de lo que podemos hacer en nuestro entorno inmediato como la relevancia de practicar deportes para activar las hormonas que producen bienestar; cuidar nuestros pensamientos; y fortalecer nuestros vínculos personales para combatir lo que está generando el aislamiento. En sí, hay que proteger nuestra mente y cuerpo y tener la confianza de que podremos salir adelante cuidándonos como se debe.