Por: Annayancy Varas, Directora General de Early Institute
Publicación original en: El Financiero
En los últimos años ha sido notoria la importancia de dar a los niños y las niñas los recursos necesarios para alentar que su desarrollo sea el más óptimo. Las condiciones del mundo actual exigen que desde temprana edad se adquieran habilidades y capacidades que permitan enfrentar los desafíos prevalecientes.
Es por eso que, en esta ocasión, compartiré algunas formas para hacer que nuestros niños y niñas sean resilientes, es decir, que logren encarar las adversidades que se les van presentando, de modo que puedan hacerles frente, recuperarse cuando ocurren y seguir con su vida.
Para empezar, de acuerdo con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), “el proceso de resiliencia se desarrolla en el vínculo con otras personas, el cual se construye y refuerza con el paso del tiempo y las actividades compartidas”. En este sentido, el portal “La mente es Maravillosa”, habla de siete estrategias para lograr que niños y niñas fortalezcan su resiliencia, a partir de la guía y orientación de quienes los cuidamos, seamos padres, educadores, familiares, tutores, etcétera.
La primera de ellas es que aprendan a hacer amigos. Si bien cada uno posee distintas habilidades de socialización es importante que, desde niños, puedan ser capaces de establecer lazos de amistad para evitar crecer aislados. Motivar a que tengan amigos implica fortalecer su confianza y seguridad en sí mismos.
La segunda es que ayuden a los demás. Esto implica robustecer su sentimiento de valor y utilidad en los distintos espacios en los que interactúan. Alimentar su solidaridad exige no sólo que se los inculquemos como adultos, sino que seamos un ejemplo de ello.
La tercera estrategia es que sigan una rutina. Esto significa que sean disciplinados y se ajusten a horarios en actividades diarias como levantarse y acostarse, o bien en sus tiempos de estudio y juego. Como orientadores nos corresponde vigilar que se cumplan las reglas. El cuarto consejo se refiere a que aprendan a cuidarse. Por supuesto esto no significa dejarlos solos sino hacerles ver la importancia de una buena alimentación o los beneficios de practicar un deporte. Fomentar el autocuidado es vital.
La quinta estrategia es que descansen como se debe. Hay que privilegiar su salud con un buen descanso. El sexto punto es el establecimiento de metas. Esto se refiere a trazar objetivos de acuerdo con su edad y capacidades. Las metas deben ser realistas y medibles y, en este aspecto, los cuidadores debemos estar atentos para reconocer sus logros o para animar cuando sea necesario.
Por último, se habla de que aprendan a ver las adversidades como retos. Para ello, inculcar una buena actitud es la clave; de este modo se reducirá el estrés y la angustia y podrán resolver los problemas.
En Early Institute coincidimos en que la educación emocional es una pieza trascendental en el desarrollo de las niñas, los niños y los adolescentes, sobre todo, porque las situaciones que viven en sus primeros años influyen en su futuro. Seamos responsables de este esfuerzo y contribuyamos a que su formación responda a los nuevos tiempos siempre con determinación, amor y absoluto respeto.