Por Annayancy Varas, Directora General de Early Institute
Publicación original en El Financiero
Una de las tantas preocupaciones que se ha acentuado, en los últimos años, ante el uso de la tecnología es la violencia sexual en línea contra niñas, niños y adolescentes. El tema se está agravando y es necesario actuar para erradicarlo, sobre todo porque las actividades digitales se han vuelto vitales con la emergencia sanitaria.
Hoy, uno de cada tres usuarios de internet son niños, niñas o adolescentes, a nivel mundial y según la International Association of Internet Hotlines (INHOPE) en 2017 se registraron 88 mil reportes de violencia sexual infantil, mientras que en 2019 fueron 183 mil. De los reportes, 2.0 por ciento de las víctimas tenía entre 0 y 2 años; 8.0 por ciento era de 14 a 17 años, y 90 por ciento tenía entre 3 y 13 años. En cuanto al género, las niñas son las más afectadas (91 por ciento).
Por su parte, de acuerdo con la División Científica de la Guardia Nacional, México es el quinto lugar en consumir y transmitir pornografía infantil; India tiene el primer lugar y le siguen Pakistán, Irak e Indonesia. Incluso se habla de que, en nuestro país, se incrementó 73 por ciento el consumo y la búsqueda de pornografía infantil en marzo y abril de 2020, y de julio a agosto de ese mismo año, el aumento de reportes de pornografía infantil fue de 430 por ciento.
Esta breve radiografía revela que la problemática debe ser atendida de manera urgente y para ello hay que entender que existen diferentes formas de violencia sexual infantil en línea, lo que facilitará tomar medidas para su combate. Por ejemplo, un modo común es el sexting, que son imágenes o videos en los que aparecen niñas, niños o adolescentes desnudos o semidesnudos y son transmitidos por medios digitales. Hay sextorsión, que es el chantaje o amenaza de publicar contenido audiovisual de la víctima. También existen el ciberacoso, que es el hostigamiento en línea; el happy slapping, que es la grabación de agresiones para ser difundidas; y el online grooming, que es el acoso y abuso sexual online. Otras formas son la exposición involuntaria a material sexual o violento, así como la incitación a conductas dañinas y violencia online en la pareja o expareja.
La afectación de estas expresiones de violencia sexual en línea tiene alcances profundos y daña diferentes ámbitos de la integridad física y emocional de niños, niñas y adolescentes. Ser víctima de estas prácticas puede llegar a producir: depresión, ansiedad, desconfianza, descenso de autoestima, bajo rendimiento escolar, aislamiento social, cambios de humor repentinos y bruscos y, en casos muy extremos, el suicidio.
Conscientes de la gravedad de la situación, Alumbra –iniciativa de Early Institute, que reúne a más de 40 aliados en una comunidad de conocimiento– ofrece cinco pasos a los cuidadores de niños, niñas y adolescentes para detener este tipo de amenazas. Las propuestas son: 1) conocer y hablar con nuestros hijos e hijas sobre los riesgos en internet; 2) mantenerse involucrado en el mundo digital de niños, niñas y adolescentes; 3) conocer con quién se conectan; 4) usar controles de privacidad y seguridad, y 5) bloquear y reportar a personas que los incomodan.
Además de estar permanentemente atentos a lo que ocurre en el entorno digital en el que se desenvuelve este sector es muy importante reportar a las autoridades cualquier forma de violencia. También hay que alentar a que niños, niñas y adolescentes expresen sin temor lo que les está pasando. Esto implica que la comunicación sea un hábito al interior de los núcleos familiar y escolar para que tengan la confianza y se sientan seguros al momento de señalar si están viviendo una experiencia de esta naturaleza. Seamos responsables, informémonos y actuemos, pero también recordemos proteger a niños, niñas y adolescentes con delicadeza, amor, respeto y comprensión.