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Publicación original en El Financiero

Se acaba el año y el inicio de otro nos motiva a pensar en lo que vivimos o a cambiar algunos hábitos para mejorar nuestra vida. Por ello, esta reflexión es para invitarte a hacer algo que está a nuestro alcance, que puede desarrollarse de forma permanente y no solo por un tiempo reducido. Se trata de modificar nuestro estilo de comunicación para que sea amable y respetuoso, tanto en la familia como en otros ámbitos a los que pertenecemos (trabajo, amigos, vecindario, escuela, etcétera) en busca de un beneficio duradero. ¿Te interesa? Empecemos…

“El lenguaje es la morada del ser y la casa donde habita el hombre”, decía el filósofo alemán Martin Heidegger. Con ello se quiere dar a entender la importancia del lenguaje como un conjunto de signos que no sólo nos ayuda a interpretar nuestra realidad, sino que la va construyendo a partir de la forma en que nos relacionamos con los otros, justamente a través de él.

Así, el lenguaje es todo. La capacidad que tiene el ser humano para comunicarse, mediante el habla u otras formas, nos distingue de los demás seres vivos; pero a pesar de su relevancia solemos no pensar en su trascendencia. Sin la intención de profundizar en los procesos del lenguaje, sólo diremos que hay una estrecha relación de éste con nuestra mente y con lo que somos per se, lo que implica todavía una mayor significación.

En griego, palabra quiere decir “proyectil”, lo cual equivale a proyectarse. No por nada se dice que somos lo que pensamos y proyectamos lo que somos a través de la palabra. En este sentido, si somos lo que decimos, ¿por qué no cuidar nuestras palabras?, ¿por qué no tratar de hacer un buen uso de nuestro lenguaje? Lamentablemente es común hablar por hablar, sin pensar siquiera en la conveniencia o utilidad de lo que expresamos.

De ahí la necesidad por tomar conciencia sobre sus efectos e integrar a nuestro vocabulario palabras más pensadas, respetuosas, cordiales y cercanas, que además de crear un ambiente amigable, generarán pensamientos positivos en nuestra mente y, por ende, modificarán nuestro entorno.

De entrada, habría que empezar en la familia, donde el trato hacia los hijos, los cónyuges, los padres, los abuelos, basado en un lenguaje cálido será el inicio de una cadena hacia el exterior. Todos queremos y anhelamos paz en nuestro país, ¿por qué no empezar en nuestros hogares, a través de este sencillo, pero heroico cambio de actitud? Quizá a estas alturas de la lectura, el tema sea demasiado obvio, pero no lo es. A veces perdemos de vista lo más elemental, como el uso de palabras amables y positivas.

Esto no quiere decir que, ante situaciones de molestia, pasemos por alto la afrenta y con una sonrisa digamos: “Está bien”. Más bien se trata de que, aun en momentos de enojo, las palabras que digamos no sean ofensivas u hostiles. Hacerlo es difícil, pero no imposible.

Buscar que en el entorno inmediato se digan palabras amables y afirmativas es incentivar el cuidado de la salud emocional propia y ajena, tan importante en estos días.

Incluso, si lo pensamos un poco, aun con las personas con las que tenemos mucha confianza, el uso de palabras amables suele perderse ante ese exceso de cercanía, ocasionando que veamos como normal una forma un tanto ruda o indiferente. En esos casos, retomar la palabra amable, cortés y de afirmación podría ser una buena oportunidad para demostrar el cariño que nos une y que se manifiesta con un respeto total.

Haz memoria, ¿desde cuándo no les dices a tu cónyuge, a tus padres o a tus hermanos: “Oye, en verdad valoro mucho que…?”.

Una vez implementado el vocabulario amable en nuestra familia será más sencillo, y viable, transmitirlo a otros espacios. Sin duda, la réplica de conductas que observamos en nuestro hogar contribuirá a que en otros ámbitos pueda inculcarse no solo el uso de la palabra amable, sino la generación de relaciones humanas más sólidas, sanas y constructivas.

Contribuyamos a que esto sea posible. Modifiquemos —porque depende de nosotros hacerlo— la dinámica social a través de cosas tan simples, pero de gran impacto como puede ser el estilo de nuestra comunicación.

Precisamente, en esta época decembrina, en la que solemos reunirnos con familiares, amigos y colegas, comencemos por acercarnos de un modo distinto. Brindemos palabras cariñosas y significativas. Reforcemos el respeto hacia los niños, los jóvenes, los adultos y las personas mayores. Pongamos el ejemplo y ayudemos a que nuestros vínculos sean más afectuosos porque en la medida en que colaboremos a lograr una sociedad pacífica podremos hacer frente a otros sucesos que nos aquejan. Te invito a que nos relacionemos de esta manera o tal vez quieras considerarlo como propósito del próximo año. De verdad, los resultados te sorprenderán.

 

 

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