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Se entiende por crisis humanitaria aquella situación en la que existe una excepcional y generalizada amenaza a la vida humana, la salud o la subsistencia (Escola de Cultura de Pau, 2011).
Estas crisis surgen cuando un evento o fenómeno, que puede ser un conflicto armado, un desastre natural, una epidemia, entre otros, afecta a las poblaciones que no pueden soportar las consecuencias negativas por sí mismos (Humanitarian Coalition, 2016) pues, generalmente, sufren las consecuencias de una serie de factores como la pobreza, la desigualdad y la falta de acceso a servicios básicos. Esto potencia los efectos nocivos del fenómeno (Escola de Cultura de Pau, 2011).
Las crisis humanitarias suelen comprometer el ejercicio y la protección de los derechos básicos de los niños. Desgraciadamente, en la actualidad cerca de 250 millones de niños viven en países afectados por la violencia, esto significa que 1 de cada 9 de los niños del mundo está viviendo ahora en zonas de conflicto (UNICEF, 2016a). Estos niños son dos veces más propensos a morir por causas en su mayoría prevenibles antes de llegar a la edad de cinco años con respecto a niños que viven en otros países fuera de conflicto (UNICEF, 2016b).
Otras emergencias, a menudo relacionadas con el clima, han puesto en peligro el bienestar de cientos de millones de niños que viven en zonas propensas a inundaciones, ciclones, tsunamis y otros desastres naturales, sobre todo aquellos que habitan en continentes donde la mayoría de los países están en vías de desarrollo, como Asia, África y América (UNICEF, 2016a). Más de 500 millones de niños viven en zonas con probabilidades muy altas de que se produzcan inundaciones y casi 160 millones viven en zonas de sequías graves o muy graves (UNICEF, 2016b).
En nuestro país, algunas de las crisis humanitarias que afectan a los niños son: la migración, tanto por el abandono que sufren como por el tener que migrar ellos mismos (End Child Detention, 2014); la violencia, ya que está detectado que los niños suelen ser víctimas de violencia por parte del crimen organizado o quedar huérfanos a raíz de la pérdida de uno o ambos padres por esta misma problemática (CIDH, 2015); y la pobreza, ya que más de la mitad de los 40 millones de menores mexicanos viven en situación de pobreza, y de ellos, alrededor de 4.7 millones están en pobreza extrema (UNICEF, 2015).
A pesar de que organizaciones públicas y privadas, tanto nacionales como internacionales, trabajan para apoyar a los niños que se tienen que enfrentar a estas problemáticas, facilitando su acceso a servicios básicos, a la educación, a la protección y a la salud, es necesario que se continúe con este esfuerzo, sobre todo al considerar que de acuerdo con expertos internacionales, los desastres naturales causados por el cambio climático y los conflictos armados, serán dos de los desafíos más grandes que se enfrentarán a nivel internacional durante el presente año (UNICEF, 2016b).
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